La desertificación se produce, entre otros, por factores sociales, políticos, económicos y climáticos que contribuyen a un uso insostenible de recursos naturales escasos.
Tanto el impacto como el alcance de la desertificación varían enormemente de un lugar a otro y cambian con el tiempo.
La desertificación también tiene efectos muy perjudiciales fuera de las tierras secas; por ejemplo, puede provocar un aumento en la frecuencia de las tormentas de polvo que afectan a zonas situadas a miles de kilómetros de las tierras desertificadas y problemas políticos y sociales a causa de las migraciones humanas.
En función del grado de aridez de cada región, es posible prevenir la desertificación y recuperar los ecosistemas de las tierras secas mediante intervenciones y adaptaciones concretas. Por lo general, la prevención es un método de lucha contra la desertificación mucho más eficaz que los intentos posteriores por recuperar zonas desertificadas, ya que estos son costosos y suelen ofrecer resultados limitados.
Probable el aumento global de la superficie afectada por la desertificación, así como una estrecha relación entre el alivio de la presión sobre las tierras secas y la reducción de la pobreza están muy relacionadas.
Por lo general, la lucha contra la desertificación proporciona múltiples beneficios a escala local y mundial y contribuye a mitigar la pérdida de biodiversidad y el cambio climáticomundial atribuible al hombre. Las políticas de gestión medioambiental dirigidas a luchar contra la desertificación, combatir el cambio climático o conservar la biodiversidad están interrelacionadas en muchos sentidos.
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